Los ciudadanos británicos han dicho este jueves adiós con un portazo a 14 años de gobiernos conservadores y han dado una mayoría parlamentaria histórica al Partido Laborista. El nuevo primer ministro, Keir Starmer, se ha comprometido a trabajar desde el primer minuto en una “renovación nacional” que reconstruya los deteriorados servicios públicos del país y recupere el crecimiento de una economía estancada desde hace más de una década. (View Highlight)
Pero también es consciente de que el hundimiento del Partido Conservador no obedece tanto a un trasvase masivo de votos al laborismo, como al fraccionamiento de las distintas ofertas políticas. Cuatro millones de personas han dado su respaldo al populismo de extrema derecha de Nigel Farage y su partido Reform UK. Y otros tres millones y medio han optado por la propuesta de centroizquierda que suponen los liberales-demócratas, que se han convertido en la tercera fuerza del Parlamento británico. (View Highlight)
Con un porcentaje de votos inferior incluso al que cosechó su predecesor al frente del partido, Jeremy Corbyn, en 2017, Starmer ha logrado una mayoría histórica gracias a un proceso de selección quirúrgica de las circunscripciones en las que resultaba clave dar la batalla, y a la reconquista del histórico feudo laborista que fue Escocia durante décadas. Los independentistas del SNP, la fuerza hegemónica de ese territorio en los últimos años, se han visto barridos por sus escándalos financieros y el cansancio del electorado ante los giros y requiebros del proceso secesionista. (View Highlight)
Starmer sabe que debe actuar pronto. Está obligado a ofrecer cuanto antes resultados positivos y cambios concretos a la ciudadanía si no quiere que la extrema derecha que personifica Farage —ya ha logrado entrar en el Parlamento con cuatro diputados— acabe finalmente adquiriendo la fuerza que ya ha alcanzado en otros países europeos. (View Highlight)
El Partido Conservador, embarcado en su propia deriva populista —la que trajo consigo el Brexit—, ha sufrido el duro castigo de unos votantes que han dejado de ver en la formación una propuesta seria de Gobierno. La debacle provocada por el caótico y breve mandato de Liz Truss y su disparatado anuncio de bajada de impuestos sin recorte del gasto público acabó finalmente con la reputación de los tories como buenos gestores de la economía. (View Highlight)