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Highlights

  • Si algo he aprendido en el oficio de dibujante es la importancia de jugar para ser creativo. Mi trabajo consiste en generar 365 ideas al año. Si quieres descubrir lo poco interesante que eres, búscate un trabajo donde la calidad y frecuencia de tus pensamientos determine tu salario. Yo comprendí que la única manera de seguir dibujando todos los días, año tras año, era dejar que mi mente divagara hacia nuevos territorios. Para lograrlo, tuve que cultivar una mente juguetona. Nadie nos habla de la importancia del proceso creativo, que va mucho más allá de la búsqueda de distracciones, y más bien trata de cómo restaurarnos y expandirnos. Nuestra idea de descanso es con frecuencia la de dejarnos caer frente al televisor y dejar que su idiotez complaciente licue el cerebro. Silenciar esa voz interior no te rejuvenece, porque la mente es como la batería de un coche: se recarga con el movimiento. Es posible que te sorprenda ver como la rutina diaria y las obligaciones mundanas absorben tus horas. Es posible que te sorprenda estar inmerso en hábitos, en lugar de pensamientos o investigaciones. Es posible que te sorprenda observar tu vida a través de las expectativas de los demás, y no en una serie de preguntas. Es posible que te sorprenda la rapidez con la que leer un buen libro pasa a ser visto como un lujo. En la escuela, todos los días te presentaban nuevas ideas. En el mundo real, tienes que encontrar la motivación interior para buscarlas por tu cuenta. Puede ser que nunca tengas que capturar ideas y exprimirlas, pero a las personas brillantes y creativas se les suele pedir que generen ideas durante toda tu vida. Dejar que tu mente juegue es la mejor manera de resolver problemas. Para mí, ha sido liberador ponerme cada día en la mente de un niño ficticio de seis años, redescubriendo así mi propia curiosidad. Me ha sorprendido cómo unas ideas conducen a otras cuando dejo que mi mente juegue y divague. Ahora sé muchas cosas sobre los dinosaurios y esa información me ha ayudado a superar varias entregas. La mente juguetona es curiosa, y aprender es divertido. Si satisfaces tu curiosidad natural y conservas una sensación de diversión en cada experiencia, debes saber que la mente funcionará como un amortiguador para el camino lleno de baches que tienes por delante. (View Highlight)
  • Durante años no recibí más que negativas y me vi obligado a aceptar un trabajo real. Un trabajo REAL es un trabajo que odias. Diseñé anuncios de automóviles y de comida en el sótano sin ventanas de una tienda, y odié cada minuto de los 4 millones y medio de minutos que trabajé allí. Mis compañeros se preocupaban por fichar en el momento preciso y así ganar 20 centavos extra. Era fascinante: después del descanso, el equipo se quedaba en la sala donde había el reloj y esperaba el último clic. Y también yo, después de que mi viejo coche necesitara una reparación en la junta de la culata, también me esperé en la sala. En Kenyon daba por sentado que la gente que me rodeaba pensaba en algo más que el último episodio de Dinastía. Supongo que vivía en una torre de marfil. Después de unos meses en ese trabajo, mi mente estaba tan hambrienta que durante la pausa del almuerzo recuperé las novelas policíacas que nunca había podido terminar cuando estudiaba aquí. Algunos de esos libros eran realmente interesantes. Fue un duro golpe ver lo vacía y robótica que puede llegar a ser la existencia cuando no te importa lo que estás haciendo, cuando la única razón por la que estás allí es para pagar las facturas. (View Highlight)
  • Los cinco años sin cobrar por mis historietas me recuerdan que la diversión por el dibujo no estaba en el dinero, estaba en el trabajo. Este resultó ser un descubrimiento clave cuando finalmente llegó mi golpe de suerte. (View Highlight)