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Highlights

  • El deseo mimético es el concepto más potente que he descubierto este último año. La idea que no existe el libre albedrío, no porque no tomes tú la decisión, sino porque no defines tu preferencia. Somos animales sociales y el mecanismo mimético te moldea. No eres dueño de tus deseos, solo quieres aquello que quiere la gente que tienes cerca. Elige bien a tus amigos, porque terminarás pareciéndote a ellos. Ten esto presente la próxima vez que vayas a una cena que no te apetezca, con ese tipo de personas que se toman la vida demasiado en serio. El peligro no es que pierdas allí tu escaso tiempo, el peligro es que te conviertas en uno de ellos, que te levantes mañana siendo un cargo intermedio que juega al pádel y conduce un coche de renting. Una vez internalizas las consecuencias miméticas le pierdes el miedo a decir que no. Ahora que comprendes el verdadero precio. Ya no tomas cafés virtuales para buscar sinergias con copywriters bananeros, ya no quedas con influencers que documentan cada paso de sus vacaciones porque creen que viven en un documental de Netflix, ya no sigues órdenes de un jefe que vendería a su madre para conseguir el puesto de vicepresidente tercero. Anda con mucho cuidado con el deseo mimético. ¿Recuerdas al vecino que, preocupado por su BMW aparcado en la calle, te reñía por jugar con la pelotita? Ahora eres ese imbécil. (View Highlight)
  • Estudié en Stanford, luego fui a la facultad de Derecho y finalmente me uní a un prestigioso bufete de Nueva York. Desde fuera todos querían entrar y desde dentro todos querían salir. Me largué después de siete meses y tres días y una de las personas que trabajaba allí conmigo me dijo que eso fue reconfortante. «No sabía que era posible escapar Alcatraz». No era por supuesto difícil, lo único que tenía que hacer era salir por la puerta y no regresar. Construimos una parte tan grande de nuestras identidades en la propia competición que perdemos de vista lo que es importante, lo que es valioso. La competición te hará mejor en aquello en lo que estés compitiendo. Cuando compites la referencia son tus rivales, piensas en ganarles, en cómo ser mejor que ellos en cualquiera que sea la tarea. Y serás mejor, no cuestiono eso. Pero con frecuencia la competición viene con ese enorme coste personal, dejándote de plantear las preguntas que son de verdad importantes. Yo te digo que no siempre vayas por la minúscula puerta en la que se aglutina todo el mundo, quizá puedes girar la esquina y entrar por la gran puerta que nadie utiliza. (View Highlight)
  • ¿Puede ser tuya una decisión si nunca fue tuyo el deseo? No eliges tus preferencias pero sí eliges el entorno al que te expones, sí eliges el lugar en el que vives, el jefe por el que trabajas, la pareja con la que duermes. Tu entorno te configura y eso no es necesariamente malo, siempre que estés en el sitio adecuado. Thiel eligió estudiar filosofía y esa exposición en el campus de Stanford le hizo mejor inversor. Aunque nunca hubiera conocido a Girard, habría sentido su deseo mimético. Hay algo misterioso en las viejas instituciones. Quizá es el peso de la historia. Quizá es el legado futuro. No sabría decirte qué pasa pero todo cambia en el preciso momento en el que cruzas la majestuosa puerta. Tú eres la misma persona que eras ayer pero ahora trabajas con más ganas. No quieres decepcionar a tus padres, a los profesores, a esos señores en los cuadros que llevan siglos enterrados. El entorno lo cambia todo. El entorno te eleva o te arrastra. El entorno te sube el listón o te quita la esperanza. Hace que descubras o no descubras un don, hace que desarrolles o no desarrolles tu potencial. Manda a tu hijo a la escuela más prestigiosa, más estricta, más antigua. Las ventajas inexpugnables se esconden en los rituales centenarios. No creo en la fuerza de voluntad ni en el talento natural, el entorno es la única decisión relevante. Algunos cultivan su disciplina levantándose a las 5 de la mañana pero nada de eso se sostiene en el tiempo, si no estás en tu terreno. Yo soy disciplinado porque encajo en este proyecto. Lo doy todo porque me creo lo que hago. Solo así me explico el grado irracional de compromiso en Kapital, las 80 horas semanales a cambio de nada. Es algo que descubres, no es algo que trabajes. No quiero quitarme mérito. Lo encontré, claro, porque tuve los huevos de mantener la apuesta durante años. El éxito, si existe, se esconde en esa persistencia. El talento es la valentía de perseguir las oportunidades. (View Highlight)